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LA SOCIEDAD

En líneas generales, se puede decir, al menos figuradamente, que por su situación geográfica y con relación al resto de España, Melilla es como una isla y, además, es frontera con Marruecos, que no deja de reivindicarla como parte de su territorio. Pero, también, fue puerta del expansionismo español en el Rif y, desde su nacimiento, su principal función urbana, fue militar; para posteriormente, sumar a esta la función comercial. A ambas funciones debe gran parte de su expansión, crecimiento demográfico y desarrollo económico.

 Su pasado histórico, la situación geográfica, el hecho de ser frontera entre dos continentes y dos países muy distintos desde el aspecto político, social y económico, unido a la realidad actual que nos presenta a la ciudad como una sociedad convertida en un crisol de culturas, etnias y religiones, marca a cualquier sociedad, por muy globalizado e interconectado que se encuentre el mundo actual.

En principio, esta sociedad vive mirando hacia dos horizontes distintos, fruto de una polémica: hacia su interior, en decir la Península y hacia el país vecino, Marruecos, como esperando ver cómo se resuelve una partida de ajedrez, que no pueden jugar o no quieren jugar. En Melilla, existe un sentimiento fronterizo muy marcado, prácticamente desde su nacimiento y, en buena medida, podría explicar la situación social de la ciudad. No obstante, el sentido de frontera es entendido de forma desigual por unos y otros.

En este marco,  hay quien lo entiende desde el punto de vista político, es decir, como idea deliberada de separación. Para otros, la idea de frontera es de permeabilidad, es decir, dos territorios unidos por el beneficio del comercio y, estaríamos hablando del aspecto económico. Por ultimo, existe otra forma de ver esta frontera, seria el aspecto social, y, en este sentido, la frontera significaría la idea de separación entre dos culturas, dos religiones y dos visiones de entender la vida de forma diferente. Pero, en resumen, para unos y otros, el significado no es otro que el de demarcación, diferenciación y, también, conexión. Esta forma de entenderla, tendrá, en la sociedad melillense una impronta en lo económico, en lo social y en lo político, en función de cual de ellas pese más en la estructura mental de la población.

Por otra parte, la distancia a la Península y las todavía hoy escasas y caras comunicaciones; la valla o frontera que encierra un pequeño territorio de 12,33 Km2; la situación de pobreza del país vecino y, muchas veces el escaso entendimiento entre sus gentes, nos lleva a una sociedad aislada, con grandes déficits con relación a elementos determinantes, como son el agua, la energía y el propio suelo, sin olvidar su aprovisionamiento, casi diario desde la Península, de distintos productos fundamentales para su subsistencia. Todo ello, genera en esta sociedad un sentimiento de aislamiento y de lejanía; así mismo como un sentimiento de abandono por parte del territorio nacional. Sentimiento que no es nuevo, pues podríamos decir que prevalece desde los primeros pobladores.

En otro orden de cosas, las características de esta sociedad, multicultural; multiétnica; multireligiosa…, no pocas veces elogiadas, también son causa, en buena medida de que no exista en su seno un cuerpo homogéneo e, incluso, unos valores comunes para encarar su futuro, lo que repercute, además, en grandes desequilibrios tanto en los aspectos étnicos como económicos, sociales, culturales, religiosos y políticos.

Desde el punto de vista étnico, nos encontramos con ciudadanos que proceden de la Península, ya lleven aquí varias generaciones o no. En el argot coloquial son los peninsulares. Después, en número, están aquellas personas de origen bereber; los de origen hebreo, estos últimos, la mayoría de ellos, son familias de largos años asentadas en Melilla. Le siguen los de origen hindú, cuyo número ha decrecido a consecuencia de la caída del tipo de comercio que practicaban y, por ultimo, los de origen gitano, en número escaso y bien integrado. En términos cuantitativos, algunos autores hablan de que un 50% de los miembros de esta sociedad, pertenece a los primeros; en tanto que el 48%, pertenecería a los beréberes; el resto, un 2% serian hebreos, hindúes y gitanos.  No obstante, no existen cifras oficiales sobre este tema.

Pero, hemos podido observar que esta sociedad interétnica se plasma en la organización espacio urbano de una forma muy desigual. Así, si tomamos los distritos administrativos en que se haya dividido el espacio urbano y, sobre todo, si descendemos a los distintos barrios, (ya que la actual división administrativa no coincide con estos); estando, la realidad es que la población que los ocupa, esta en función de la diferenciación étnica y del poder adquisitivo. En este sentido, comprobaremos que la población hebrea se concentra en los distritos dos y seis, que es la zona céntrica y comercial de la ciudad. En tanto que la población musulmana, se encuentra, mayoritariamente, en los distritos tres, cuatro y cinco, es decir, en Monte de María Cristina, Barrio Hebreo; Barrio de los Cuernos; Polígono de la Paz; la Cañada de Hidum… Algunos de ellos verdaderos ghetos, como este último. Por el contrario, la población de origen peninsular se concentra, mayoritariamente, en torno al centro de la ciudad y en los distritos siete y ocho. El siete que corresponde al barrio del Real, generalmente, de personas de clase media y al ocho, Paseo Marítimo. Si bien es cierto que en este ultimo distrito se encuentran las viviendas sociales de las Minas del Rif  y las del barrio de la Constitución, además de las que se están haciendo en Alfonso XIII.

Melilla, por otra parte, no deja de ser un territorio fronterizo, como hemos apuntado al comienzo,  en el cual la presencia del Estado siempre es mayor que en otras zonas geográficas, por ello, no debe de sorprender que el sector público tenga aquí un carácter casi hegemónico. Por ello, en esta ciudad, el 48,9% de los empleados pertenece al sector público, cuando ese porcentaje se queda en el 14% en la media nacional, con salarios muy superiores a sus equivalentes en la Península y que en ningún momento los del sector privado pueden competir con ellos.

Por otra parte, buena parte de estos asalariados (bastante mas de 10.000) corresponden a las Fuerzas Armadas, de tal manera que casi uno de cada ocho ciudadanos de Melilla pertenece al ejército, cuando en España esa proporción sólo llega al 1%. En este orden de cosas, en la mayor parte de los empleados del sector público, se observa una escasa presencia de personas de origen bereber, mientras que el comercio, especialmente el minorista, se reparte entre peninsulares, beréberes, hindúes y hebreos.

Otro sector que lleva unos años teniendo un cierto auge es la construcción, donde la mayor parte de la mano de obra es bereber de la ciudad y transfronterizos. En cuanto al empleo sumergido, es difícil cuantificarlo, pero existe la conciencia de que hay un número determinado de trabajadores ilegales, procedentes de sectores marginales, que realizan trabajos precarios y de escasa especialización. En este orden de cosas, es posible comprobar que hay determinadas actividades que por el numero de trabajadores afiliados a la Seguridad Social son difíciles de realizar, o bien la productividad y plazos de entrega no son reales, (panaderías, construcción...), lo que si parece cierto es que los trabajadores son en su mayoría beréberes.

Otro tema que es fácil de comprobar, es que los mayores salarios se encuentran en el sector público, por tanto, corresponderá mayoritariamente a aquellos de origen Peninsular. Mientras que los salarios más bajos y las mayores tasas de paro y desempleo se encuentran del lado bereber, ahondando aun más las disparidades desde el punto de vista económico.

Por otra parte, esta el tema religioso, donde hay cristianos, musulmanes, judíos e hindúes. En una sociedad laica, como debe ser la sociedad melillense, cada uno de ellos tiene sus lugares de culto y sus lugares de enterramiento. La práctica del culto no tiene ningún tipo de restricción, aunque existe una cierta incomprensión, tal vez por desconocimiento, por parte de algunas personas. No obstante, si se observa detenidamente, casi se puede decir que unos viven a espaldas de los otros, al no haber encontrado un punto de unión.

En el aspecto cultural, las distancias también son significativas. El peninsular que lleva aquí varias generaciones, hace gala de una cultura localista. Aquel que llega para regresar, por su procedencia, (no hemos de olvidar que en Melilla hay personas procedentes no solo de todas las Comunidades Autónomas sino, además, de todas las provincias españolas), trae consigo la cultura y las costumbres de procedencia. Pero, ambos, tienen una cultura que llamaremos peninsular. Por el contrario, la población bereber, también diversa en el tiempo de asentamiento y en su procedencia, tienen una cultura y unas costumbres distintas, a lo que hay que añadir, un lenguaje distinto, que las madres enseñan a sus hijos cuando nacen. No menos le sucede a los hebreos, hindúes y gitanos con su cultura Romaní.

Desde la década de los noventa hasta hoy, también es una sociedad que se encuentra amenazada y a veces desbordada por los constantes flujos migratorios procedentes del resto del continente africano. Esta amenaza, en algunas ocasiones ha sido sentida con malestar, desde los sucesos acaecidos en el 2005, dados los continuos asaltos a la valla fronteriza por parte de inmigrantes. Si bien es cierto y, también hay que decirlo, que en algunos sectores de la población han generado un fuerte sentimiento de solidaridad.

Otra nota característica de esta sociedad que tiene bastante que ver con la sensación de abandono, de falta de responsabilidad y de iniciativas de los agentes públicos; así como con la pobreza y el subdesarrollo del entorno circundante, es  la congestión de algunos servicios públicos básicos. Nos estamos refiriendo, entre otros, a los servicios sanitarios de la ciudad que, amen de tener grandes deficiencias: Diálisis; Oncologia, Maternidad, etc., se ven congestionados al tener que atender, unas veces por imperativo legal y otras por causa humanitaria, a una población ajena a la ciudad.

Así, pues, nos encontramos con distintas etnias, distintos poderes económicos, distintas religiones y distintas culturas en 12,33 Km2 que han de vivir en paz y tolerándose los unos y los otros. Pero, esta convivencia no significa integración, ni solidaridad, ni participación ciudadana, ni valores comunes; a veces, ni comprensión, ni entendimiento, ni unidad…; más bien significa coexistencia pacífica.

Por una y otra parte, existe un mayor o menor grado de tolerancia, pero siempre habrá tolerantes y tolerados. Por ello, creemos que hay que hacer un gran esfuerzo en encontrar el ethos que haga posible que esta sociedad sea homogénea y que comparta unos valores comunes en el marco de su propia diversidad; valores de solidaridad, de sostenibilidad, de autoafirmación, etc., que le permitan encarar el futuro de una sociedad global y desarrollada, que solo está en manos de ella.

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